Cocina mexicana: Tacos para todos

Era un sábado soleado en una pequeña ciudad de México. El cielo estaba azul y el sol brillaba, calentando todo a su paso. En la casa de Doña Clara, el aroma de la comida llenaba el aire, combinándose con el canto de los pájaros. Era hora de preparar tacos. Todos los vecinos sabían que los tacos de Doña Clara eran los mejores de la región. En su cocina, quedó atrapada entre risas y olor de los ingredientes frescos.

Doña Clara era una mujer alta y alegre, siempre con una sonrisa en su rostro. Tenía una gran pasión por la cocina. "¡Hoy haremos tacos para todos!" exclamó mientras cortaba cebolla y tomate. Su cocina era un lugar mágico. Las paredes estaban llenas de coloridos azulejos y había una gran mesa de madera en el centro. El sonido de cuchillos cortando y sartenes hirviendo hacía música en el ambiente.

Primero, Clara fue al mercado a comprar los ingredientes. Cuando llegó, se encontró con su amiga Rosa. "¡Clara! ¿Vas a cocinar tacos hoy?" preguntó emocionada. "Sí, por supuesto. ¡Tacos de carne asada y de pollo!" respondió Clara, iluminada por la idea.

Ambas caminaron entre los puestos del mercado. El olor de las especias, el cilantro fresco y el maíz recién cosechado llenaban el aire. "¿Has probado el queso fresco aquí?" preguntó Rosa. "No, pero hoy lo compraré para los tacos!" dijo Doña Clara. Compraron cebollas, tortillas, salsa y, por supuesto, el queso fresco que hacía que todo fuera más delicioso.

Con la bolsa llena y una gran sonrisa, Clara regresó a casa. Al llegar, los niños del vecindario la esperaban en la entrada. "¡Tía Clara, huele delicioso!" gritaron todos. Clara se rió y dijo, "¡Sí, habrá tacos para todos!". Rápidamente se puso a trabajar. Primero, encendió la estufa y puso una sartén grande. El fuego chisporroteaba y Clara comenzó a cocinar la carne.

Mientras la carne se doraba, el sonido era similar a un pequeño concierto. Clara bailaba un poco mientras removía la carne. Ella siempre decía, "Cocinar es como una fiesta, ¡tenemos que divertirnos!". Sus movimientos eran rítmicos y alegres.

Una vez que la carne estuvo lista, Clara pasó a preparar los ingredientes frescos. Cortó el cilantro y las cebollas, creando una mezcla colorida. La cocina estaba llena de colores y olores. La visión de todos esos ingredientes frescos era un regalo para los ojos.

Los niños no podían esperar más, así que Clara les dijo: "¡Pueden ayudarme a preparar los tacos!". Todos corrieron a la mesa. Clara les enseñó cómo calentar las tortillas en la comal. Tenían que darle vuelta a las tortillas con cuidado. "¡Cuidado, no se quemen!" decía Clara, riéndose de las caras de los niños.

Después, mostraba cómo poner la carne en las tortillas y agregar los ingredientes frescos. Todos estaban entusiasmados. Un niño hizo su taco tan grande que casi no podía cerrarlo. Clara tuvo que reír y decir, "¡Ese es un taco monstruoso!".

Pronto, el aroma de los tacos llenó toda la casa y el vecindario. Las risas y los gritos de alegría de los niños resonaban en su hogar. Al final, la mesa estaba llena de tacos listos para disfrutar. Clara se sintió feliz al ver a sus amigos y familiares ansiosos por probar su deliciosa comida. "Hoy, ¡comemos tacos para todos!" gritó anclando una vez más su pasión por la cocina y la alegría de compartir. Los niños estaban tan emocionados que comenzaron a correr de un lado a otro de la casa. Clara sonrió mientras los miraba y dijo: “¡Estamos a punto de tener la mejor fiesta de tacos!”. Los niños comenzaron a decorar sus tacos con salsas. Había salsa verde, roja, y una salsa que hacía arder la lengua. Clara les advirtió: “¡Cuidado con la salsa picante! No todos los tacos necesitan ser un volcán de fuego.” Todos rieron mientras uno de los pequeños insistía en poner mucha salsa picante en su taco.

Después de un rato, la mesa estaba repleta de tacos. Cada uno tenía su propio estilo. Había tacos en una torre altísima, algunos con tantas verduras que parecían un árbol. Clara observó cada creación con alegría y dijo: “¡Esto parece una exposición de tacos!” Todos se sintieron muy orgullosos de sus obras maestras.

Finalmente, llegó el momento de probarlos. Clara levantó su taco y dijo: “¡A la salud de los tacos, amigos!”. Todos levantaron sus tacos en el aire y gritaron: “¡Salud!”. Al dar el primer mordisco, una explosión de sabores llenó la boca de cada uno. Risas y exclamaciones llenaron el aire. “¡Esto es increíble, Tía Clara!”, decía uno de los niños mientras lamía sus dedos llenos de salsa.

Mientras todos disfrutaban de sus tacos, Rosa llegó con una botella de agua fresca de limón. “Esto es perfecto para acompañar los tacos”, dijo mientras llenaba los vasos. Las risas continuaron mientras Doña Clara contaba historias graciosas de su infancia, sobre cómo aprendió a cocinar de su abuela. “Ella siempre decía que la felicidad entra por el estómago”, decía Clara, y todos asentían con la cabeza, riendo juntos.

A medida que el sol comenzaba a bajar, la luz dorada llenaba la cocina. Los niños seguían comiendo tacos, mientras algunos comenzaban a sentirse llenos. “¿No hay más? ¡Quiero otro!”, decía uno de ellos con la boca llena. Doña Clara, divertida, decía: “¡Dejen espacio! Necesitamos guardar espacio para el postre.” Todos miraron a Clara con curiosidad. “¡Postre!”, gritaron en coro.

Clara se dirigió a la nevera y sacó ingredientes para hacer churros. “Los haremos juntos”, dijo mientras les mostraba cómo mezclar la masa. Los niños estaban emocionados de hacer churros, mezclando la masa y formando la forma. “¡Esto es como magia!”, exclamó uno de ellos. Clara sonrió al verlos tan felices.

Una vez que los churros estaban fritos y cubiertos de azúcar, los sacó y los colocó en una bandeja. “¡Listo! Churros para el postre.” Todos parecían ansiosos por probarlos. El primer bocado de churro fue un triunfo. “¡Esto es aún mejor que los tacos!” gritó un niño entre risas, mientras compartía un churro con su amigo.

La tarde continuó llena de alegría y amor. Los vecinos se unieron y todos compartieron historias en la mesa. El sonido de risas llenó el aire y Clara se sintió satisfecha al ver a todos disfrutar de su esfuerzo.

Cuando el sol finalmente se escondió, Clara mirando a todos, sonrió y dijo: “Hoy hemos compartido más que solo comida; hemos compartido risas y amor. Siempre será un placer cocinar para ustedes.” Con esto, la gente aplaudió y los niños gritaron, “¡Tacos para todos, siempre!”