Mis libros favoritos de la infancia
Recuerdos que me acompañan siempre
Cuando era niño, siempre recuerdo el aroma de los libros viejos en la biblioteca de mi escuela. Era un lugar mágico, lleno de estanterías altas y un silencio que solo era interrumpido por el sonido de las páginas pasando. Pasaba horas allí, explorando cada rincón y descubrimiento. Recuerdo un día en particular, con una tarde soleada que iluminaba todo a mi alrededor. Decidí que iba a buscar un libro que me llevara a una aventura. Y así, sin saberlo, encontré mis libros favoritos de la infancia.
Mi amor por la lectura comenzó con un libro que se llamaba "El Principito". Recuerdo que lo vi en la estantería, con su portada amarilla y un dibujo de un niño con una bufanda. Era tan diferente a los otros libros. Cuando empecé a leerlo, me sentí transportado a otro mundo. Las historias del principito y sus viajes a diferentes planetas eran fascinantes. Me hicieron pensar en la vida, la amistad y el amor. Cada vez que lo leía, descubría algo nuevo, algo que no había notado antes. Me enseñó a ver el mundo con ojos de niño, a no perder mi imaginación.
A menudo le pedía a mi madre que me leyera en voz alta. Ella siempre sonreía y se acomodaba en el sofá con el libro en las manos. Creamos un ritual. Ella leía y yo contemplaba las ilustraciones, soñando con los planetas y las aventuras del pequeño príncipe. Esa conexión con mi madre y el libro fue especial para mí. La voz de mi madre se convirtió en la melodía de cada historia, y su risa, el eco de cada momento feliz.
Con el tiempo, conocí a otro gran amigo: "Cuentos de la selva" de Horacio Quiroga. Este libro estaba lleno de cuentos sobre animales y sus aventuras en la selva. Me encantaba especialmente un cuento llamado "La tortuga gigante". En él, una tortuga se convierte en el héroe de la historia. Cada vez que lo leía, no podía evitar imaginarme en la selva, rodeado de árboles altos y sonidos misteriosos. Yo soñaba con ser un explorador valiente, descubrir nuevos caminos y aprender de las criaturas de la selva. Los cuentos de Quiroga no solo me entretenían, sino que también me enseñaban sobre la importancia de la naturaleza y la vida.
Además, recuerdo un libro que leía en la cama antes de dormir: "Papelucho". Papelucho era un niño muy curioso que se metía en todo tipo de problemas. Sus aventuras me hacían reír cada vez. Me encantaba imaginar que yo también podía ser tan valiente y divertido. A veces, me reía tanto que mi madre tenía que venir a ver qué pasaba. Cada historia de Papelucho me dejaba con una sonrisa y ganas de más. No importa cuántas veces lo leí, cada vez era como la primera vez.
Leía en el parque, en el jardín, incluso en la escuela. Cada libro era una nueva aventura. A veces, mis amigos se unían a mí y creábamos historias juntos, inspirados por los libros que leíamos. Por las tardes, nos sentábamos en círculo, compartiendo nuestros cuentos favoritos y soñando con ser héroes de nuestras propias historias. La lectura nos unía y nos daba alas.
Ahora, mirando hacia atrás, siento una nostalgia profunda por esos días. Los libros fueron más que solo palabras en una página. Fueron compañeros, amigos y maestros. A través de ellos, aprendí a soñar y a creer en la magia de la narración. Cada libro me dejó una huella, una parte de mí que todavía llevo en el corazón. La importancia de esos momentos me acompaña siempre, recordándome la belleza de la lectura y el poder de las historias. La biblioteca sigue siendo un lugar especial, un refugio donde el pasado y el presente se encuentran a través de las páginas que guardan mis recuerdos. A medida que pasaba el tiempo, mis intereses literarios comenzaron a expandirse. Comencé a leer más géneros y autores. Un libro que me impactó mucho fue “El Hobbit” de J.R.R. Tolkien. Aquel relato sobre Bilbo Bolsón me llevó a un mundo lleno de criaturas fantásticas y aventuras audaces. Imaginaba cómo sería viajar con un grupo de enanos y un mago, atravesando montañas y enfrentando dragones. La idea de la amistad en situaciones difíciles resonaba profundamente en mí. Para un niño, esos conceptos de valentía y compañerismo eran esenciales. Recuerdo que una noche, me quedé despierto hasta tarde, en la penumbra, con solo una lámpara encendida. Cada página me hacía sentir más ansioso por descubrir el destino de los personajes. Fue una experiencia mágica que nunca olvidaré.
Mis amigos también tuvieron un papel importante en mi vida como lector. Organizamos un club de lectura donde cada uno traía su libro favorito. Esa era una parte emocionante de la semana. Compartir nuestras historias y hablar sobre los personajes nos hizo sentir parte de algo mayor. Un amigo recomendó “Harry Potter”, y como muchos niños de mi generación, me sumergí en el mundo de Hogwarts. A veces, incluso hacíamos juegos de roles, y cada uno se transformaba en uno de los personajes. Era increíble ver cómo el mundo de la imaginación se podía mezclar con nuestra realidad de juego y risas. Disfrutábamos tanto que años después, todavía hablamos de esos días como una época dorada.
Con el paso de los años, mis lecturas fueron cambiando. Comencé a leer libros que abordaban temas más complejos, como la amistad verdadera y las dificultades de crecer. Un libro que me impactó fue “El jardín secreto”. La historia de la niña Mary y su transformación a través del jardín me llevó a reflexionar sobre cómo las experiencias pueden cambiar a las personas. Al igual que Mary, cada uno de nosotros tenemos un jardín interno. Aprendí que cuidarlo y hacerlo florecer requiere tiempo y esfuerzo. A menudo, me encontraba pensando en esas lecciones mientras pasaba tiempo en la naturaleza o simplemente en mi propia vida cotidiana. Muchos de los valores que aprendí de los libros me ayudaron a enfrentar mis propios desafíos adolescentes.
Todo esto me hizo darme cuenta de que la lectura era más que un pasatiempo. Era una forma de entender el mundo, de descubrir quién era yo y quién quería ser. Mis libros de la infancia me enseñaron a no tener miedo de soñar y a encontrar la magia en lo cotidiano. Incluso ahora, en mi vida adulta, siempre vuelvo a esos libros. A veces releo “El Principito” para recordar la importancia de ver el mundo como un niño.
En mis momentos deprimidos, abro “Cuentos de la selva” y me dejo llevar por los relatos de Quiroga que me reconfortan con su sabiduría. La risa de Papelucho me acompaña en mis días grises. Es fascinante cómo la lectura puede atravesar el tiempo y el espacio, conectándome con mi yo más joven y recordándome lo que realmente importa.
Hoy no tengo un lugar como la biblioteca de mi escuela, pero siempre tengo una pila de libros esperándome en la mesa de noche. Por eso, cuando tengo un poco de tiempo libre, escogo un libro y me sumerjo en sus páginas como si fuera un niño de nuevo. La nostalgia de esos días me inspira a seguir leyendo y a compartir esa pasión con otros. Mis libros favoritos de la infancia son olor a papel, susurros de aventuras y susurros de lecciones importantes. Espero que algún día mis propios hijos tengan esas mismas experiencias mágicas que me acompañan desde mi niñez. Así, creo que el legado de la lectura nunca morirá, y siempre será una luz que nos guíe."