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Intermediate2024-11-25

Recetas rápidas para cenar

La lucha de Carlos con la cena de la noche.

Recetas rápidas para cenar

Era un viernes por la tarde y Carlos estaba en la cocina, mirando la nevera como si esperara que un plato delicioso apareciera mágicamente. Su estómago rugía, y sabía que su pequeña cena estaba a punto de convertirse en una gran pelea. Estaba cansado después de una larga semana de trabajo y no quería hacer una cena complicada. Pero, ¿qué iba a cenar si solo tenía un poco de pollo, unas verduras y un frasco de salsa?

Carlos pensó en pedir una pizza, pero eso significaba esperar al repartidor, gastar dinero y, sobre todo, no hacer nada. Así que se rascó la cabeza y se preguntó: “¿Qué puedo hacer en 15 minutos?” Mientras pensaba, recordó que su madre siempre decía: "No hay problema que no tenga solución si tienes un buen estómago." Claro, su madre nunca había aprendido a cocinar.

Ya estaba pensando en soluciones rápidas. Primero, pensó en hacer un pollo salteado. Agarró el pollo del frigorífico y lo cortó en trozos pequeños. Mientras lo hacía, miraba por la ventana, viendo cómo los niños jugaban afuera. Se preguntó si algún día tendrían un club de cocina, pero, por ahora, se concentró en su tarea. Después de cortar el pollo, decidió que debía agregar las verduras. Abrió la nevera y encontró un pimiento rojo y un poco de brócoli. "¡Sí! Esto se ve bien", dijo Carlos, con una sonrisa en el rostro.

Mientras calentaba la sartén, recordó que tenía un amigo que siempre decía: "La cocina es como la vida, si no te atreves, no comes". Carlos se rió para sus adentros, porque él siempre se estaba atreviendo a hacer cosas en la cocina, pero rara vez tenía éxito. Pero esta vez sería diferente, pensó.

El pollo chisporroteaba en la sartén y el olor comenzaba a llenar toda la cocina. A medida que daba vuelta a los trozos de pollo, sintió que estaba logrando algo. Pero, de repente, se dio cuenta de que no había suficiente salsa. "¡Ay no!" exclamó. El pánico se apoderó de él. Era su único recurso mágico y no había suficiente para cubrir toda la cena.

Carlos se detuvo un momento. Tenía que calmase. Sabía que había otras formas de solucionar este pequeño problema. ¿Qué tal si espolvoreaba un poco de especias? Caminó rápidamente al armario y sacó una caja de especias italianas. Pensó que el sabor podría compensar la falta de salsa. Agregó un poco, no sin antes murmurar: “Si esto No funciona, me haré amigo de la pizza”.

Impresionado por su creatividad, decidió mezclar todo otra vez. El color era maravilloso y el olor tan tentador. "Ok, Carlos, esto está tomando el ritmo”, se dijo a sí mismo, mientras esperaba que el pollo terminara de cocinarse.

Con el tiempo corriendo, corrió hacia la mesa a buscar un plato. Cuando regresó, miró la comida en la sartén y pensó: “Esto no se ve tan mal”. Entonces, se le ocurrió que necesitaba un acompañamiento. Miró alrededor y vio un paquete de arroz en la alacena. Se dijo: "¡Perfecto!". Sin pensarlo, puso agua a hervir para cocinar el arroz.

Mientras tanto, seguía removiendo el pollo y las verduras. De repente, sintió un pequeño resplandor de esperanza. Si todo funcionaba, tal vez podría no solo cenar, sino también hacer una cena digna de compartir. Después de todo, siempre había dicho que la verdadera magia de la cocina era la improvisación. Al final, no sería solo pollo y verduras, sino una cena sabrosa que él mismo había preparado.

Con el agua hirviendo, echó el arroz y se sintió como un chef profesional. Se rió en voz alta al pensarlo. Solo unos minutos más y todo estaría listo. Pero todavía había un dilema en el aire. ¿Tendría suficiente arroz para cubrir el hambre de su estómago? Mientras pensaba en esto, se rascó la cabeza de nuevo. Sería un problema diferente para otro día. Por ahora, solo tenía que concentrarse en que la cena no se convirtiera en un desastre. Cuando el arroz estuvo listo, todo estaba en la mesa, y se sintió orgulloso de su tiempo compartido con la comida. Carlos miró su plato con satisfacción. Todo parecía muy bien, pero entonces se le encendió una alarma en la cabeza: "¿Y si no sabe bien? ¿Y si es un desastre total?". Era un pensamiento cruel para alguien que estaba tan emocionado por su cena, pero no pudo evitarlo. Decidió que debía hacer una prueba antes de servirlo. Tomó un pequeño tenedor y probó un poco de pollo. Cerró los ojos mientras masticaba. La combinación de los sabores era buena. Exclamó: "¡Viva! ¡Soy un chef!".

Motivado por este pequeño triunfo, Carlos pensó que sería genial Instagramear su creación. Se puso a buscar su teléfono mientras el aroma de su cena llenaba la cocina. Preparó la mesa, tomando un par de fotos del plato. Todo parecía perfecto, pero entonces, recordó algo: ‘¡No tengo bebida!’. Miró en la nevera, buscando algo que pudiera servir como acompañado, y encontró una botella de limonada. "¡Ok! Esto será suficiente para que parezca que estoy en un restaurante cinco estrellas!".

Sin embargo, justo cuando iba a sentarse a cenar, el teléfono sonó. Era su hermana, Clara. “¿Qué estás haciendo, hermano?”, preguntó ella. “Chocando con la raíz de mi talento culinario, ¡vas a estar celosa de mi cena!”, bromeó él. Clara rió, “¿Cocinar? Yo pensé que siempre pedías pizza. ¿Realmente estás tratando de ser un chef ahora?”.

Carlos se sintió un poco avergonzado, pero decidió que esta era la oportunidad perfecta para presumir. “Claro que sí, mira esto”, y le envió una foto de su creación. “¡Wow! Eso se ve increíble, te admiro mucho. Bueno, espero que no seas como esos chefs que nunca comen lo que cocinan!”, se rió Clara, y él respondió: “¡No te preocupes! La comida en la cocina no es como en un restaurante, uno siempre va a comer lo que queda”.

Finalmente, después de un rato de charla con su hermana, Carlos puso el teléfono en silencio y se sentó a disfrutar de su cena. Cortó un poco de pollo y combinó con el arroz y las verduras. Se sorprendió de lo bien que sabía. Con cada bocado, se decía a sí mismo que definitivamente tenía que hacer esto más a menudo.

Mientras terminaba, Carlos reflexionó sobre el momento: “He sido tan duro conmigo mismo. Cocinar no tiene que ser complicado. A veces, los mejores platillos son los que se improvisan”. Pero entonces, un nuevo problema se presentó: “¿Y si tengo que limpiar después?” Y aquí venía el dilema que siempre había temido, pero se rió al pensarlo. Había hecho una buena cena, una verdadera victoria.

Carlos terminó de comer y, con una sonrisa en el rostro, miró la cocina llena de sartenes y platos. Se levantó y pensó: “No puedo dejar que me paralice la idea de limpiar. La limpiada es el precio de la cena.” Olvidando su pereza, empezó a recoger todo, poniendo las cosas en el lavaplatos. Mientras lo hacía, se dio cuenta de que limpiar no era tan aburrido si lo hacía con buena música de fondo.

Finalmente, tras unos minutos, la cocina estaba mucho más ordenada. Se sentó de nuevo, mirando su plato vacío y sintiéndose contento por lo que había logrado. Las lecciones fueron claras: no solo había aprendido a cocinar rápido, sino que había disfrutado el proceso.

A la mañana siguiente, cuando despertó, se sintió inspiradamente creativo. En lugar de volver a la rutina de la pizza, decidió hacer una limpieza de la nevera. Se sentó en la mesa con su café y comenzó a planear las cenas de la semana. Anotó lo que tenía y lo que podía usar. “Hazlo simple”, se decía a sí mismo, así siempre evitaría ese pánico antes de cenar.

Así que, si tú también te encuentras enfrascado en la cocina, recuerda lo que Carlos aprendió: no siempre necesitas una receta complicada. A veces, solo necesitas mirar lo que tienes, atreverte a mezclar y, más que nada, divertirte. Aquí van algunas recomendaciones: prueba siempre a improvisar con lo que tienes, no te asustes si algo no sale perfecto y disfruta cada bocado porque, al final, lo que cuenta es el amor que le pones. ¡Hasta la próxima cena!

Quiz

¿Qué estaba haciendo Carlos al principio de la historia?

¿Qué adicionó Carlos al pollo para mejorar el sabor?

¿Qué decidió hacer al día siguiente después de su cena?