Un día en un safari en África
Una aventura inolvidable llena de sorpresas y risa
Era una mañana soleada en África, y el aire estaba lleno de sonidos emocionantes. Los pájaros cantaban y el viento soplaba suavemente, llevando consigo el olor de la tierra húmeda y la hierba fresca. Yo estaba allí, listo para mi primera experiencia en un safari, y no podía contener mi emoción. Todo era nuevo y maravilloso.
Los colores alrededor eran vibrantes: la hierba verde se extendía infinitamente, salpicada aquí y allá de flores amarillas y rojas. Los árboles eran altos y robustos, y el cielo era de un azul profundo con algunas nubes blancas como algodón. Me sentía como un niño en una tienda de dulces, completamente feliz.
Subí a la camioneta que nos llevaría por la famosa reserva de animales. Era un vehículo abierto y eso me permitía sentir la brisa en mi cara, algo que me hizo sonreír de inmediato. El guía, un hombre llamado Samuel, comenzó a hablar sobre los animales que podríamos ver. "Hoy, chicos, podemos ver leones, elefantes, jirafas y, tal vez si tenemos suerte, hasta un guepardo en acción", explicó con entusiasmo. Mi corazón latía con fuerza. ¡Leones! Eso sonaba impresionante.
Mientras viajábamos, mi amigo Andrés estaba a mi lado. Era un bromista y siempre tenía algo gracioso que decir. "Espero que no nos atrapen los leones. Estaré muy triste si mi cena se convierte en el almuerzo de un león", dijo mientras hacía una mueca cómica. Todos en la camioneta se rieron.
De repente, nos detuvimos. Samuel nos mostró un grupo de jirafas que estaban comiendo hojas de los árboles. Eran altas y elegantes, con cuellos largos y manchas marrones. Sus ojos eran grandes y expresivos. "Mira esas jirafas, son como bañistas tratando de alcanzar el helado más alto", dijo Andrés, haciendo gestos divertidos. Todos volvimos a reír, y me di cuenta de que este viaje sería muy especial.
Después de observar a las jirafas, continuamos nuestro recorrido. El paisaje cambiaba constantemente. Pasamos por zonas con arbustos espinosos y luego entramos en una parte del safari donde había grandes praderas. Allí, vi un grupo de elefantes. Eran enormes, con orejas como paraguas y trompas largas. Era increíble verlos tan cerca. Samuel nos dijo que los elefantes eran animales muy inteligentes y familiares.
Justo cuando pensaba que mi corazón no podía latir más rápido, noté algo moverse a la distancia. ¡Era un león! Me quedé quieto, conteniendo el aliento. El león estaba recostado bajo un árbol, disfrutando de la sombra. No podía creer que estaba viendo uno en la vida real. Samuel nos dijo que los leones dormían mucho y que ese era su momento de tranquilidad después de cazar. "¿Si no dormimos, a qué vamos a cazar?", bromeó Andrés nuevamente, y todos nos reímos.
Poco después, nos detuvimos para almorzar. Mientras comíamos sándwiches de pollo en una pequeña reserva, escuchamos el sonido de unos pájaros. Algunos incluso estaban buscando migajas cerca. Samuel nos explicó que los pájaros son importantes en el ecosistema. Estuve muy atento a su explicación mientras disfrutaba de mi comida, pensando en lo increíbles que eran esos animales. Al finalizar el almuerzo, decidimos buscar más animales. Volvimos a la camioneta, llenos de energía y listos para explorar más.
Los sonidos continuaron: el viento soplaba suavemente y los animales hacían ruidos extraños y divertidos. Nunca había escuchado ruidos así antes, y me sentía cada vez más curioso. Lo que no sabía era que lo mejor aún estaba por venir, y mi corazón estaba listo para más sorpresas. ¡El safari recién comenzaba! Después de nuestro delicioso almuerzo, el sol continuaba brillando y el termómetro de calor comenzaba a subir. Samuel nos dijo que fuéramos silenciosos. Dijo que a veces, los animales son tímidos y necesitan un poco de tranquilidad para aparecer. Pero si había algo que Andrés sabía hacer bien, era romper el silencio. "¿Puedo hacer una imitación de un león?", preguntó entre risas. Yo me reí, pero Samuel no parecía estar muy seguro. "Mejor guarda eso para más tarde", dijo mientras arqueaba una ceja. Yo no podía dejar de pensar en cómo sería un león imitando a un humano.
Continuamos nuestro recorrido y alcanzamos un pequeño lago. Allí, nos encontramos con un grupo de hipopótamos. ¡Eran gigantescos! Estaban flotando en el agua, con solo sus ojos y narices fuera. Samuel nos explicó que los hipopótamos pasan mucho tiempo en el agua para mantenerse frescos. "Si estuvieran en la tierra todo el día, podrían quemarse bajo el sol", agregó. De repente, uno de los hipopótamos salió del agua y soltó un gran resoplido, salpicando agua por todas partes. Andrés gritó: "¡Cuidado! ¡Lluvias de hipopótamo!" La risa en el grupo era contagiosa.
Luego, continuamos buscando más animales. Pasamos por unos arbustos espinosos y allí estaba, la criatura que todos queríamos ver: un guepardo. Estaba descansando bajo un árbol, con su hermoso pelaje manchado brillando con el sol. Samuel nos dijo que un guepardo puede correr muy rápido para cazar. "Si yo fuera un guepardo, podría alcanzar rápidamente el último trozo de pizza", bromeó Andrés, haciendo que todos estallaran en carcajadas. Por un momento, me olvidé de que estábamos en medio de un safari y pensé en cuántas deliciosas pizzas podría comer.
Después de buscar animales, decidimos hacer una parada más antes de regresar. Encontramos un grupo de zebras que pastaban. Era gracioso verlas. Eran como un rebaño de caballos que habían olvidado desconectarse de su estilo de rayas. "Son como un grupo de turistas en la playa con sus trajes de baño a rayas", observó mi amigo. Yo me reí a carcajadas. En serio, eran bellas y estaban muy tranquilas. Observamos su comportamiento curioso y juguetón. Me dio una buena sensación, como si estos animales supieran que eran libres.
Finalmente, con el sol comenzando a bajar en el horizonte, decidimos regresar. El aire se sentía fresco, y todos en la camioneta compartían sus historias favoritas del día. Todos hablaban de los animales que habían visto, las bromas que Andrés había hecho y lo increíble que había sido estar juntos en la naturaleza. Cada uno de nosotros tenía un pequeño recuerdo brillante en su corazón.
Un poco más tarde, regresamos al campamento y vi cómo el sol comenzaba a poner una pintura en el cielo. No podía contener la emoción por todo lo que había aprendido y experimentado ese día. Reflejando sobre esto, me di cuenta de algo importante: a veces, en la vida, es fácil olvidar la belleza del mundo. Venir aquí y ver estos animales en su hábitat natural me había enseñado que debemos cuidar la tierra. \nCelebrábamos no solo haber visto a los grandes animales, sino también la amistad que habíamos formado. Cada risa entre nosotros había hecho de este safari una experiencia inolvidable.
Ese día aprendí que los safaris no solo son sobre ver animales salvajes. Se trata de conectar con la naturaleza y, más importante aún, de las risas y los momentos que compartimos con amigos y familiares. Volveré a mi hogar con historias increíbles y un corazón lleno de motor que nos empuja a realizar más aventuras. Así termina este capítulo de mi vida, pero el siguiente está esperando en algún lugar, lleno de sorpresas y risas. El safari había terminado, pero la aventura nunca acaba.