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Intermediate2024-11-28

Un viaje en tren por Suiza

Una aventura inolvidable entre montañas y lagos

Un viaje en tren por Suiza

Era una mañana fresca en Zúrich. El aire olía a pan recién horneado y café. Los aromas invadían la pequeña estación de tren, y el murmullo de la gente creaba una melodía de emociones y expectativas. Clara, una joven aventurera, estaba lista para comenzar su viaje. Su corazón palpitaba de emoción porque nunca había viajado en tren por Suiza. Miró por la ventana y vio las primeras luces del día reflejadas en el lago Zúrich. ¡Era hermoso!

Clara subió al tren, un elegante y moderno tren con grandes ventanales que prometía vistas espectaculares. Se sentó junto a una ventana y, mientras el tren empezaba a moverse, observó cómo el paisaje se transformaba. Al principio, Zúrich era una ciudad bulliciosa con calles llenas de gente. Pero muy pronto, los edificios se desvanecieron y los árboles comenzaron a pasar rápidamente. Los verdes campos, como un manto suave, cubrían la tierra, y las montañas se asomaban en la distancia.

El trayecto prometía ser interesante. Clara sacó su cámara y comenzó a tomar fotos. Cada vez que el tren pasaba por un túnel, ella sentía la emoción subir. Era como si la montaña la estuviera abrazando en un oscuro pero mágico lugar. Cuando el tren salió del túnel, el paisaje se iluminaba con colores vibrantes. Las flores silvestres, rojas y amarillas, bailaban al ritmo del viento. Además, grandes lagos de un azul profundo reflejaban las nubes del cielo.

Después de un rato, Clara se dio cuenta de que estaba rodeada de otros pasajeros. A su izquierda, había un hombre mayor que leía un libro. Tenía una expresión tranquila y satisfech. A su derecha, un grupo de jóvenes reían y compartían historias. Clara sonrió, sintiendo que todo parecía estar en armonía. Ella también quería contar historias y compartir risas.

De pronto, el tren hizo una parada en Lucerna, y Clara decidió bajar. Al salir, el aire en Lucerna tenía un aroma a chocolate. Comenzó a caminar por las calles de adoquines que llevaban al famoso puente de madera, el Kapellbrücke. El puente era hermoso, con flores colgando de las barandas. Mientras lo cruzaba, Clara se detuvo a contemplar el agua cristalina del lago. Pidió a un amable vendedor de helados que le recomendara un sabor. Ella eligió el de menta con chocolate. ¡Qué delicioso!

Después de pasar un par de horas en Lucerna, Clara volvió al tren. Ella estaba emocionada por el siguiente destino: Interlaken. En el trayecto, el tren ascendía hacia las montañas. Los paisajes eran cada vez más impactantes. Clara miraba por la ventana, absorta en la belleza que la rodeaba. Las montañas suizas eran majestuosas, con picos cubiertos de nieve incluso en verano. Ella tomó una foto de una cabaña de madera que parecía de cuento de hadas.

Finalmente, el tren llegó a Interlaken. El ambiente era diferente, lleno de aventura. Clara sintió que podía hacer mucho aquí. La estación estaba llena de turistas emocionados y sonidos de risas y gritos de alegría. Decidió explorar la zona caminando. A medida que avanzaba, el sonido de las cascadas llenaba el aire, y el agua parecía cantar su propia canción. Clara cuidaba cada paso, admirando la naturaleza a su alrededor. Las montañas eran enormes, y los lagos eran tan claros que podía ver el fondo.

Cabeceando por la tarde, Clara encontró un pequeño mercado. Había muchas cosas hermosas para comprar: artesanías locales, comida típica y, por supuesto, queso suizo. Se detuvo en un puesto de quesos y conversó con un anciano que le contó historias sobre su granja. Clara se sintió atraída por su sabiduría y disfrutó cada palabra mientras elegía un poco de queso para llevar.

Así, su aventura seguía, y Clara se preguntó qué sorpresas más le esperaba el viaje en tren por Suiza. Los valles y montañas siempre la llevarían a un nuevo lugar, y cada parada prometía nuevas experiencias e historias por contar. Mientras exploraba Interlaken, Clara descubrió un pequeño café con vistas a las montañas. Decidió entrar y probar un café suizo. El aroma era irresistible. Se sentó en una mesa junto a la ventana, donde podía observar cómo las nubes se deslizaban lentamente sobre las montañas. Mientras disfrutaba de su bebida, Clara tomó un cuaderno y comenzó a escribir sobre su viaje. Anotó sus emociones, las maravillas que había visto y la gente que había conocido. En ese momento, se dio cuenta de que no solo estaba viajando por Suiza, sino que también estaba descubriendo partes de sí misma que nunca había conocido.

Después de un tiempo, el sol comenzó a bajar en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosas. Clara salió del café y decidió dar un último paseo por Interlaken. Caminó hacia un pequeño lago donde los patos nadaban tranquilamente. El agua brillaba con los reflejos de los últimos rayos de sol. Clara se sintió en paz. A veces, pensaba, las mejores experiencias son las más simples.

Finalmente, era hora de volver a la estación. Clara subió al tren de nuevo, sintiéndose llena de alegría y cansancio. Mira los rostros de los pasajeros. Algunos dormían, otros hablaban en susurros. Ella miró por la ventana y pensó en lo mucho que había visto y aprendido en un solo día. El tren comenzó a moverse, y el paisaje se desdibujaba lentamente. Las luces de Interlaken se encendían, brillando como estrellas en la tierra.

El próximo destino era Zermatt, un lugar famoso por su belleza natural. Clara estaba emocionada. Durante el trayecto, el tren atravesó impresionantes paisajes montañosos. Los picos de las montañas estaban cada vez más cerca. Finalmente, llegó a la estación de Zermatt, donde los autos no estaban permitidos. Una pequeña aldea, rodeada de montañas, le daba la bienvenida. Clara pudo escuchar el sonido de la naturaleza, y eso la hizo sonreír.

En Zermatt, el clima era fresco y el aire estaba lleno de energía. Decidió tomar un teleférico hacia el Matterhorn. Cada momento en el teleférico era mágico, como si ascendiera a un reino de ensueño. Al llegar a la cima, Clara quedó sin aliento. Las vistas eran impresionantes. Todo se veía tan pequeño desde allí arriba: las cabañas, los árboles, incluso las montañas. Clara tomó varias fotos para guardar esos momentos en su corazón.

Mientras disfrutaba de la vista, conoció a un grupo de viajeros de diferentes partes del mundo. Compartieron risas y experiencias sobre sus viajes. Clara se dio cuenta de que todos tenían una historia que contar. Esa conexión humana la conmovió y la hizo sentir parte de algo más grande. Ya no era solo una pasajera en un tren, era una exploradora en un vasto mundo lleno de maravillas.

Después de un día lleno de emociones y paisajes sobrecogedores, Clara volvió en el tren hacia Zúrich. Mientras el tren avanzaba, observaba el paisaje que había dejado atrás. La tierra, las montañas y los lagos la habían dejado sin palabras. De repente, se dio cuenta de que había cambiado. Su viaje no solo era físico, sino también emocional y espiritual. Trató de recordar cada detalle: la belleza de Interlaken, la calidez del anciano que le contó historias, la risa de los compañeros viajeros.

Finalmente, al llegar de nuevo a Zúrich, Clara sintió una profunda satisfacción. El viaje había terminado, pero las historias y experiencias vivirían con ella para siempre. Mientras caminaba por la estación, pensó en todos los momentos que había disfrutado. Su corazón estaba lleno de gratitud y asombro. Ella sabía que este viaje no era el final, sino el comienzo de muchas más aventuras por venir. Últimamente, no solo había conocido Suiza, sino también a sí misma. Saber eso la acompañaría en todos sus futuros viajes. Y así, la joven aventurera sonrió, sabiendo que el mundo está lleno de sorpresas y nuevos horizontes.

Quiz

¿Qué aroma invadía la estación de tren en Zúrich cuando Clara llegó?

¿Cuál fue el sabor del helado que Clara eligió en Lucerna?

¿Qué actividad realizó Clara mientras estaba en el teleférico hacia el Matterhorn?