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Intermediate2025-02-13

Viaje en tren a través de Europa

Un relato de descubrimientos y encuentros

Viaje en tren a través de Europa

El tren silbó, un sonido largo y triste que llenó la estación. El aire olía a metal caliente y a café barato. Mis pies se sentían pesados mientras subía los escalones hacia el vagón. Tenía un billete en mi mano, un billete para una aventura: un viaje en tren a través de Europa. El sol brillaba a través del techo de cristal de la estación, pintando el suelo con manchas de luz. Escuché el eco de voces en diferentes idiomas, un murmullo constante que me hacía sentir a la vez solo y conectado al mundo.

Mi asiento era junto a la ventana. El tren empezó a moverse lentamente, y la estación desapareció poco a poco. Observé cómo los edificios se convertían en líneas borrosas, y el paisaje urbano se transformaba en campos verdes. Sentí una mezcla de emoción y nervios en mi estómago. No sabía qué me esperaba, pero estaba listo para descubrirlo.

Mi primer destino era París. Después de muchas horas, el tren llegó a la Gare du Nord. Bajé del tren y sentí el aire fresco en mi cara. París era una ciudad diferente a todo lo que había visto antes. Las calles estaban llenas de gente, las cafeterías tenían toldos coloridos, y la Torre Eiffel se alzaba majestuosa en la distancia. Caminé sin rumbo fijo, dejando que la ciudad me guiara. Comí un croissant caliente en una panadería, visité el Museo del Louvre y vi la Mona Lisa, y paseé por los Jardines de las Tullerías. Por la noche, me senté a orillas del Sena y vi los barcos pasar bajo la luz de la luna. París era romántica, vibrante y llena de historia.

De París, tomé un tren a Berlín. El viaje fue largo, pero disfruté viendo el paisaje cambiar a través de la ventana. Alemania era diferente a Francia. Los campos eran más extensos, las ciudades más modernas, y la gente más reservada. Berlín era una ciudad con una historia difícil, pero también era una ciudad llena de vida. Visité el Muro de Berlín, el Reichstag y la Puerta de Brandeburgo. Aprendí sobre la Segunda Guerra Mundial y la división de Alemania. Berlín era una ciudad que te hacía pensar.

Mi siguiente parada fue Roma. Italia era un país de sol, pasta y arte. Roma era una ciudad antigua con ruinas impresionantes. Visité el Coliseo, el Foro Romano y el Vaticano. Comí pizza y pasta deliciosa, bebí vino tinto y aprendí algunas palabras en italiano. La gente era amable y acogedora. Roma era una ciudad que te hacía sentir vivo. Un día, mientras esperaba mi tren, conocí a una señora mayor que también viajaba por Europa. Ella me contó historias de sus viajes, sus amores y sus pérdidas. Me dijo que el viaje es más importante que el destino, y que cada experiencia te cambia un poco. Sus palabras me hicieron reflexionar sobre mi propio viaje y sobre lo que estaba aprendiendo de él.

Después de Roma, mi viaje continuó. Cada ciudad, cada paisaje, cada persona que conocí me enseñó algo nuevo. Aprendí sobre historia, cultura y sobre mí mismo. El viaje en tren a través de Europa fue mucho más que unas vacaciones. Fue una aventura que cambió mi vida. Después de Roma, mi viaje me llevó a Viena, la ciudad de la música. El tren serpenteaba a través de montañas impresionantes, con picos nevados que brillaban bajo el sol. Austria era un país de castillos antiguos y pueblos pintorescos. Viena era elegante y sofisticada, con palacios grandiosos y teatros majestuosos. Asistí a un concierto de música clásica, visité el Palacio de Schönbrunn y probé el Sachertorte, un pastel de chocolate delicioso. Caminé por el Prater, un parque de atracciones antiguo, y sentí la alegría de la infancia. Viena era una ciudad que te hacía soñar.

Desde Viena, tomé un tren nocturno a Praga. Dormí en un compartimento pequeño, escuchando el ritmo del tren sobre los raíles. Cuando desperté, estábamos llegando a la República Checa. Praga era una ciudad mágica, con un puente antiguo, un castillo imponente y calles empedradas. Caminé por el Puente de Carlos, visité el Castillo de Praga y vi el Reloj Astronómico en la Plaza de la Ciudad Vieja. La ciudad estaba llena de artistas callejeros, músicos y vendedores ambulantes. Compré un Trdelník, un dulce tradicional, y bebí cerveza checa. Praga era una ciudad que te encantaba.

Mi última parada fue Ámsterdam. El viaje en tren fue relajante, a través de campos planos y canales tranquilos. Los Países Bajos eran un país diferente, con bicicletas por todas partes, casas estrechas y molinos de viento. Ámsterdam era una ciudad liberal y abierta, con museos de arte, mercados de flores y canales pintorescos. Visité el Museo Van Gogh, el Rijksmuseum y la Casa de Ana Frank. Navegué por los canales en un barco, visité el mercado de flores y probé el queso holandés. Ámsterdam era una ciudad que te sorprendía. En Ámsterdam, conocí a un joven que viajaba solo como yo. Hablamos durante horas sobre nuestros viajes, nuestros sueños y nuestros miedos. Él me dijo que el viaje no se trata solo de ver lugares nuevos, sino de descubrir quién eres realmente. Sus palabras me hicieron darme cuenta de lo mucho que había cambiado durante mi viaje. Ya no era la misma persona que había subido al tren en la estación. Había crecido, aprendido y me había hecho más fuerte.

Después de semanas de viaje, regresé a casa. El tren me dejó en la misma estación donde había comenzado mi aventura. El aire olía igual, pero yo era diferente. Llevaba conmigo recuerdos inolvidables, experiencias valiosas y una nueva perspectiva de la vida. El viaje en tren a través de Europa fue mucho más que un viaje. Fue una transformación.

Este viaje me enseñó que el mundo es un lugar grande y diverso, lleno de culturas diferentes, paisajes hermosos y personas interesantes. Me enseñó que cada persona tiene una historia que contar, y que podemos aprender mucho escuchando a los demás. Me enseñó que no hay que tener miedo de salir de la zona de confort, de explorar lo desconocido y de perseguir los sueños. Me enseñó que la vida es un viaje, no un destino, y que lo importante es disfrutar cada momento. El viaje en tren a través de Europa me abrió los ojos al mundo y me mostró mi lugar en él. Ahora sé que soy capaz de cualquier cosa, que puedo superar cualquier obstáculo y que puedo lograr mis metas. Este viaje me dio la confianza, la inspiración y la motivación para seguir adelante y para vivir la vida al máximo. Por eso, este viaje es tan importante para mí. No solo porque vi lugares hermosos y conocí gente interesante, sino porque me cambió como persona y me hizo ver el mundo de una manera diferente.

Quiz

¿Cuál fue la primera ciudad que visitó el narrador durante su viaje?

¿Qué dulce tradicional compró el narrador en Praga?

¿Qué le enseñó la señora mayor que conoció durante su viaje?