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Beginner2025-03-15

Cuentos bajo la luna

Una noche mágica bajo la luz de la luna

Cuentos bajo la luna

La luna era grande y brillante. Iluminaba el bosque como un farol mágico. Ana, una niña pequeña con ojos curiosos, estaba perdida. Tenía miedo, pero la luna le hablaba en susurros suaves. 'No temas, Ana,' decía la luna, 'yo te guiaré.' Ana escuchó la voz amable de la luna y empezó a caminar. El bosque era oscuro, pero la luz de la luna le mostraba el camino. Los árboles eran altos y viejos. Sus ramas parecían brazos extendidos. El viento cantaba canciones extrañas entre las hojas. Ana sintió un escalofrío, pero recordó las palabras de la luna. Siguió adelante, paso a paso. De repente, vio una luz pequeña a lo lejos. Era una casita, escondida entre los árboles. La casita tenía una ventana iluminada. De la ventana salía una melodía dulce. Ana se acercó con cuidado. Llamó a la puerta tímidamente. Una anciana abrió la puerta. Tenía el pelo blanco como la nieve y una sonrisa cálida. 'Hola, niña,' dijo la anciana. '¿Qué haces sola en el bosque a estas horas?' Ana explicó que se había perdido y que la luna la estaba ayudando. La anciana sonrió. 'La luna es sabia,' dijo. 'Pasa, niña. Te daré algo caliente y te contaré un cuento bajo la luna.' Ana entró en la casita. Era pequeña pero acogedora. Había un fuego crepitando en la chimenea. El fuego daba calor y luz. La anciana le ofreció a Ana una taza de chocolate caliente. El chocolate olía delicioso. Ana lo bebió lentamente, sintiendo como el calor le devolvía la alegría. Mientras bebía, la anciana se sentó en una mecedora cerca del fuego. Empezó a contar un cuento antiguo, un cuento de la luna y las estrellas. El cuento hablaba de un jardín secreto donde las flores cantaban y los animales bailaban bajo la luz de la luna. Hablaba de un río mágico que concedía deseos a quienes bebían de sus aguas. Hablaba de un árbol gigante que tocaba el cielo con sus ramas y protegía a todos los seres del bosque. Ana escuchaba con atención, imaginando cada detalle del cuento. La voz de la anciana era suave y melodiosa. El cuento era mágico y lleno de fantasía. Cuando la anciana terminó, Ana se sentía mucho mejor. El miedo había desaparecido. La luna brillaba a través de la ventana, iluminando la habitación con su luz plateada. 'Gracias,' dijo Ana a la anciana. 'Tu cuento fue hermoso.' La anciana sonrió. 'La luna te ha traído hasta aquí por una razón,' dijo. 'Ella tiene un mensaje para ti.' Ana miró a la luna, esperando escuchar su voz. La luna brilló con más intensidad. En su luz, Ana vio una imagen. Era una imagen de su casa, con su familia esperándola. Ana entendió el mensaje. La luna la estaba guiando de vuelta a casa. La anciana se levantó y abrió la puerta. 'El camino a casa es largo,' dijo. 'Pero la luna te mostrará el camino. Confía en ella.' Ana salió de la casita. La luna brillaba aún más fuerte. Le indicaba el camino a través del bosque. Ana caminó con paso firme, siguiendo la luz de la luna. Ya no tenía miedo. Sabía que la luna la protegería. El bosque parecía diferente ahora. Las sombras eran menos oscuras. Los árboles parecían menos amenazantes. El viento cantaba canciones más alegres. Ana se sentía agradecida a la luna, a la anciana y al cuento mágico. Sabía que nunca olvidaría esa noche. Una noche de cuentos bajo la luna, una noche que le enseñó a confiar en la magia y a seguir su corazón. Después de un rato, Ana reconoció un sendero familiar. Corrió por el sendero, llena de alegría. Pronto vio las luces de su pueblo a lo lejos. Llegó a su casa. Sus padres la estaban esperando, preocupados. Corrieron a abrazarla. Ana les contó todo lo que había pasado. Les habló de la luna, de la anciana y del cuento mágico. Sus padres la escucharon con atención, sin interrumpir. Cuando terminó, la abrazaron de nuevo. 'Estamos tan felices de que estés bien,' dijeron. Ana sonrió. Sabía que estaba a salvo en casa. Pero también sabía que siempre recordaría su aventura bajo la luz de la luna. Una aventura que le enseñó el poder de la imaginación y la importancia de la confianza. Ana durmió esa noche en su cama suave. Soñó con la luna, el bosque y la anciana. En su sueño, la luna le sonreía. Al día siguiente, Ana se despertó temprano. El sol brillaba por la ventana. Recordó la aventura de la noche anterior. Sintió curiosidad por saber si la casita en el bosque era real. Después de desayunar, Ana le pidió permiso a sus padres para volver al bosque. Al principio, sus padres dudaron. Pero Ana les insistió mucho. Les prometió que tendría cuidado y que no se alejaría del camino. Finalmente, sus padres aceptaron. Le dijeron que volviera antes del anochecer. Ana corrió al bosque, llena de emoción. Siguió el mismo camino que la noche anterior. Buscó la casita entre los árboles. Después de un rato, encontró el lugar donde la había visto. Pero la casita no estaba allí. En su lugar, solo había un claro verde lleno de flores. Ana se sintió un poco decepcionada. Pensó que tal vez todo había sido un sueño. Pero entonces, vio algo que brillaba entre las flores. Era un pequeño collar de plata con una piedra en forma de luna. Ana reconoció el collar. Era el mismo que llevaba la anciana en su cuento. Ana tomó el collar y lo guardó en su bolsillo. Supo que la casita y la anciana eran reales. Supo que la luna la había guiado por una razón. Volvió a casa con el collar. Se lo mostró a sus padres. Ellos se sorprendieron al ver la joya. Le preguntaron dónde la había encontrado. Ana les contó la historia de la noche anterior, otra vez. Sus padres la escucharon con atención, pero esta vez, parecían creerle más. Desde ese día, Ana nunca olvidó su aventura bajo la luna. Siempre llevaba el collar con ella. Le recordaba la importancia de la imaginación, la confianza y la magia. Cada noche, antes de dormir, miraba a la luna por la ventana. Le agradecía por haberla guiado y por haberle mostrado el camino. Ana creció y se convirtió en una joven muy especial. Siempre fue amable, curiosa y aventurera. Le encantaba contar cuentos a los niños. Les contaba la historia de la luna, el bosque y la anciana. Les enseñaba a confiar en su corazón y a seguir sus sueños. Y así, la historia de Ana se convirtió en una leyenda. Una leyenda que se contaba bajo la luz de la luna, en noches tranquilas y estrelladas. Una leyenda que recordaba a todos que la magia existe, si uno sabe dónde buscarla. La luna, el bosque y los cuentos tienen el poder de transformar nuestras vidas. Nos enseñan a ser valientes, a confiar en nosotros mismos y a encontrar la belleza en las cosas simples. La historia de Ana nos muestra que incluso en la oscuridad, siempre hay una luz que nos guía. Esa luz es la luz de la esperanza, la luz de la imaginación y la luz del amor. Y mientras sigamos creyendo en esa luz, nunca estaremos perdidos. Siempre encontraremos el camino a casa, como Ana lo hizo aquella noche mágica. La luna siempre estará allí para nosotros, guiándonos con su luz plateada y contándonos cuentos maravillosos. Solo tenemos que escuchar con atención y abrir nuestro corazón a la magia que nos rodea. Porque la magia está en todas partes, en la naturaleza, en los cuentos y en nuestros corazones. Solo tenemos que creer en ella y dejar que nos guíe en nuestro camino. La aventura de Ana nos enseña que la luna es más que un simple objeto en el cielo. Es una guía, una amiga y una fuente de inspiración. Nos invita a soñar, a imaginar y a creer en lo imposible. Nos recuerda que todos tenemos una luz interior que puede iluminar nuestro camino, incluso en los momentos más oscuros. Así que la próxima vez que veas la luna, recuerda la historia de Ana. Recuerda que la magia existe y que siempre hay una luz que te guía. Confía en tu corazón, sigue tus sueños y nunca dejes de creer en la magia de los cuentos bajo la luna.

Quiz

¿Qué ayudó a Ana a sentirse menos asustada en el bosque?

¿Qué objeto encontró Ana en el claro donde estaba la casita?

¿Qué enseñanza le dio la aventura de Ana?