Una tarde en un café parisino
Un encuentro inesperado en un café parisino

El sol brillaba con fuerza en París. Las calles estaban llenas de gente. El aire olía a pan fresco y café. Los edificios eran altos y grises, pero las flores en los balcones añadían color. Se oían risas y el sonido de las copas chocando. Una suave melodía de acordeón flotaba desde una esquina cercana. Era una tarde perfecta para estar en un café.
Me llamo Ana, y soy estudiante de español. Estoy en París para mejorar mi francés, pero hoy, quiero contar una historia sobre un café muy especial. Se llama "Le Chat Noir", y está cerca de la Sorbona. Es un lugar pequeño, con mesas redondas y sillas de mimbre. Siempre hay gente leyendo, escribiendo o simplemente charlando.
Llegué al café sobre las tres de la tarde. El camarero, un señor con bigote y un delantal blanco, me saludó con una sonrisa. "Bonjour, mademoiselle! ¿Qué desea?" Me preguntó. Le dije que quería un café y un croissant. Me senté en una mesa cerca de la ventana. Desde allí, podía ver la calle y a la gente pasar.
Mientras esperaba mi café, saqué mi libro de español. Estaba leyendo un cuento sobre un gato que hablaba. Era un poco tonto, pero me hacía reír. De repente, oí una voz suave. "¿Estudias español?" Me preguntaron. Levanté la vista y vi a un chico sentado en la mesa de al lado. Tenía el pelo castaño y ojos verdes. Llevaba una bufanda roja y una chaqueta de cuero.
"Sí", le respondí. "Estoy aprendiendo. ¿Tú también?"
"Un poco", dijo el chico. "Soy italiano, y el español es parecido al italiano". Se presentó como Marco. Empezamos a hablar. Me contó que era músico y que estaba en París para tocar en un bar. Yo le conté que era estudiante y que me encantaba París.
Mientras hablábamos, llegó mi café y mi croissant. El croissant estaba caliente y crujiente. El café era fuerte y delicioso. Marco pidió un espresso. Seguimos hablando de todo y de nada. De música, de libros, de viajes. Descubrí que Marco era muy divertido e inteligente. Me contó historias sobre su familia en Italia, sobre sus conciertos en diferentes ciudades, y sobre sus sueños de convertirse en un músico famoso.
Yo le hablé de mi vida en España, de mis amigos, de mis estudios, y de mi pasión por los idiomas. Le conté lo mucho que me gustaba la cultura española, su gente, su comida y su música. Marco escuchaba con atención, haciendo preguntas y mostrando interés. Me sentí muy cómoda hablando con él, como si lo conociera de toda la vida.
De repente, Marco sacó una guitarra pequeña de su funda. "¿Te gustaría escuchar una canción?" Me preguntó. Asentí con entusiasmo. Marco empezó a tocar una melodía suave y alegre. Cantaba en italiano, pero entendí que la canción era sobre el amor y la amistad. Su voz era cálida y melodiosa. La gente en el café se quedó en silencio para escuchar. Cuando terminó la canción, todos aplaudieron. Yo también aplaudí, con una gran sonrisa en la cara.
Después de la canción, seguimos charlando un rato más. El sol empezó a ponerse. Las luces del café se encendieron, creando un ambiente cálido y acogedor. Me di cuenta de que había pasado mucho tiempo. Tenía que irme. Me levanté para despedirme de Marco. "Fue un placer conocerte", le dije.
"A mí también", respondió Marco. "Espero verte de nuevo". Me dio su número de teléfono. Le prometí que lo llamaría. Salí del café con una sensación de alegría y ligereza. La tarde en "Le Chat Noir" había sido mágica. Había conocido a alguien especial, había escuchado música hermosa, y había practicado mi español. Era una tarde que nunca olvidaría. Caminé por las calles de París, sintiendo la brisa fresca en mi cara. Pensaba en Marco y en la canción. Me preguntaba si lo volvería a ver. Decidí llamarlo al día siguiente. Quería saber más sobre él y su música. Esa noche, soñé con París, con el café, con Marco y con la melodía de su guitarra. Al día siguiente, me desperté con una sonrisa. El sol brillaba a través de mi ventana. Me sentía llena de energía y optimismo. Desayuné un croissant y café, recordando la tarde anterior. Tomé mi teléfono y llamé a Marco. Contestó al segundo tono. "¡Hola, Ana!" dijo con alegría. "¡Hola, Marco! ¿Cómo estás?" le pregunté. "Muy bien, gracias. ¿Y tú?" "Estoy genial. Quería preguntarte si te gustaría tomar un café conmigo hoy." "¡Me encantaría! ¿En 'Le Chat Noir'?" "Sí, a las tres." "Perfecto. ¡Hasta luego, Ana!" "¡Hasta luego, Marco!" Colgué el teléfono sintiéndome feliz y emocionada. Pasé el resto del día explorando París. Visité el Museo del Louvre, caminé por los Jardines de las Tullerías y admiré la Catedral de Notre Dame. Cada rincón de la ciudad me parecía más hermoso y mágico que antes. A las tres en punto, llegué a 'Le Chat Noir'. Marco ya estaba allí, esperándome en la misma mesa de la ventana. Me saludó con un beso en la mejilla. "¡Hola, Ana! Estás muy guapa hoy." "¡Hola, Marco! Tú también estás muy bien." Nos sentamos y pedimos café y croissants. Empezamos a hablar de nuevo, como si el tiempo no hubiera pasado. Marco me contó que tenía un concierto esa noche en un bar cerca del Sena. Me invitó a ir. Acepté encantada. Después del café, caminamos juntos por el barrio latino. Marco me mostró sus lugares favoritos: una librería antigua, una tienda de música, un pequeño jardín escondido. Me contó historias sobre la historia y la cultura de París. Aprendí mucho sobre la ciudad y sobre él. Por la noche, fuimos al bar donde Marco iba a tocar. El lugar era pequeño y acogedor, con luces tenues y un ambiente bohemio. Había mucha gente escuchando música y bebiendo vino. Marco subió al escenario con su guitarra. Empezó a tocar y a cantar. Su música era aún más hermosa en vivo. Tocó canciones en italiano, en francés y en español. La gente bailaba y cantaba con él. Me sentí muy orgullosa de Marco. Era un músico talentoso y apasionado. Después del concierto, fuimos a cenar a un restaurante italiano. Comimos pasta y bebimos vino tinto. Hablamos de nuestros sueños y de nuestros planes para el futuro. Descubrí que teníamos mucho en común. Nos reímos, compartimos historias y nos conectamos a un nivel más profundo. Esa noche, me di cuenta de que Marco era más que un amigo. Sentía algo especial por él. Unos días después, tuve que volver a España. Me sentí triste de dejar París y a Marco. Nos prometimos mantenernos en contacto. Intercambiamos correos electrónicos y mensajes de texto. Marco me envió canciones y fotos de sus conciertos. Yo le conté sobre mi vida en España y sobre mis planes de volver a París. Un año después, volví a París. Fui directamente a 'Le Chat Noir'. Allí estaba Marco, esperándome en la misma mesa de la ventana. Nos abrazamos con fuerza. Sentí que no había pasado ni un día desde la última vez que nos habíamos visto. Desde ese día, Marco y yo hemos estado juntos. Vivimos en París, cerca de 'Le Chat Noir'. Él sigue tocando música y yo sigo estudiando idiomas. Nuestra historia comenzó en un café parisino, con un café, un croissant y una conversación en español. Ahora, cada vez que voy a 'Le Chat Noir', recuerdo la tarde en que conocí a Marco. El sol brillaba con fuerza en París. Las calles estaban llenas de gente. El aire olía a pan fresco y café. Los edificios eran altos y grises, pero las flores en los balcones añadían color. Se oían risas y el sonido de las copas chocando. Una suave melodía de acordeón flotaba desde una esquina cercana. Ahora entiendo que esa tarde en el café no solo fue perfecta, sino el comienzo de algo maravilloso.