El amanecer en el campo
Un nuevo dĂa comienza en la serenidad del campo
El amanecer llega al campo como un suave susurro. El cielo es un lienzo de colores brillantes: rosas, naranjas y dorados. El aire es fresco y limpio. Se siente el rocĂo en la hierba. Los pájaros comienzan a cantar. La melodĂa de sus trinos llena el silencio de la mañana. El aroma de la tierra hĂşmeda se mezcla con la fragancia de las flores que comienzan a abrirse. En el horizonte, el sol se asoma, redondo y brillante. Su luz calienta poco a poco el campo.
Don Alberto, un hombre de cabello canoso y manos fuertes, vive en una pequeña cabaña en medio del campo. Cada mañana, Ă©l se despierta antes del amanecer. A las cinco de la mañana, su reloj suena suavemente. Él se levanta de la cama y mira por la ventana. Ve cĂłmo el cielo cambia de color. SonrĂe, porque sabe que es un regalo ver el amanecer.
Don Alberto se viste con una camisa de cuadros y pantalones de lino. Sale de la casa y siente la frescura del aire en su rostro. Da un paso sobre la hierba y siente el rocĂo en sus pies. Es un sensaciĂłn agradable. Él cierra los ojos por un momento y escucha. Escucha los sonidos del campo: el canto de los pájaros, el murmullo del rĂo cercano y el susurro del viento.
Camina hacia el pequeño huerto que tiene al lado de la cabaña. En su huerto, hay tomates, lechugas y flores. Don Alberto cuida su huerto con amor. Cada planta tiene su historia. Piensa en la planta de tomate. "Esta planta naciĂł hace un mes. La reguĂ© cada dĂa y miren cĂłmo crece," dice Don Alberto en voz alta. Está orgulloso de su trabajo.
Mientras se agacha para ver las plantas de cerca, se da cuenta de que las flores están abriendo sus pĂ©talos. Los colores son vivos, llenos de vida. "Hoy será un buen dĂa," piensa. Él siente que el calor del sol comienza a tocar su piel. Poco a poco, el sol se levanta más alto en el cielo. La luz es cálida y brillante.
DespuĂ©s de cuidar el huerto, Don Alberto decide dar un paseo. Camina por el sendero que lleva al rĂo. Mientras avanza, ve cĂłmo la luz del sol brilla en las hojas de los árboles. Todo parece mágico. Los pájaros vuelan de un lado a otro, y Ă©l los observa con atenciĂłn. Cada pájaro tiene su propio canto, y Don Alberto se siente feliz al escuchar.
Llega al rĂo. El agua es clara y frĂa. Se sienta en una piedra grande y observa el flujo del agua. El sonido del agua le parece tranquilizador. Él piensa en su vida y en el campo. A veces siente soledad, pero en ese momento, la soledad se convierte en paz. La naturaleza lo abraza y lo cuida.
Mientras mira el agua, ve un pez que nada rápido. "Mira ese pez, tan ágil y veloz," dice Don Alberto. El pez salta fuera del agua y cae con un pequeño splash. Don Alberto rĂe. En ese momento, se siente parte de todo. El rĂo, los árboles, los pájaros y Ă©l. Todo está en armonĂa. Todo es uno.
A medida que el sol avanza en el cielo, el campo se llena de luz. El mundo despierta. Otros campesinos comienzan a salir de sus casas. Don Alberto escucha risas y saludos. La vida en el campo está comenzando. Él se siente conectado a sus vecinos, a la comunidad. El amanecer no es solo un momento. Es el inicio de un nuevo dĂa lleno de oportunidades, lleno de vida. Don Alberto se levanta de la piedra y empieza a caminar de vuelta a casa. En el camino, habla con algunos vecinos que han salido a trabajar en sus campos. Las conversaciones son sencillas y amables. Se rĂen, comparten noticias y disfrutan del aire fresco de la mañana. Cada saludo, cada sonrisa, es un pequeño tesoro en el corazĂłn de Don Alberto.
Al llegar a su cabaña, Don Alberto siente que el dĂa está lleno de posibilidades. Entra a su casa y prepara un desayuno simple: pan, queso y cafĂ©. Mientras come, mira por la ventana. El campo es hermoso. Los colores son intensos, y los sonidos son mĂşsica para sus oĂdos.
Después de desayunar, Don Alberto comienza su trabajo en el huerto. Hoy, él planta nuevas semillas. Con cuidado, hace pequeños agujeros en la tierra y coloca las semillas una por una. "Cada semilla es una esperanza," piensa. Él sabe que con amor y paciencia, las plantas crecerán fuertes.
Después de plantar, Don Alberto se sienta en una silla de madera en su patio. Tiene una vista hermosa de los campos dorados que se extienden hasta el horizonte. Mientras observa, recuerda a su familia. Su esposa, que ya no está, le enseñó a amar la naturaleza. Con cada planta y cada flor, siente que ella sigue presente. La recuerda con una sonrisa.
El campo está lleno de vida. Don Alberto ve a las abejas volar de flor en flor. Las mariposas danzan en el aire. Él cierra los ojos por un momento y escucha. La naturaleza habla. El canto de los pájaros, el silbido del viento, el zumbido de los insectos. Todo es mágico.
Más tarde en el dĂa, Don Alberto decide visitar a su amigo, Don Miguel. Don Miguel vive en una cabaña cercana. Él tambiĂ©n es campesino y conocedor de la vida en el campo. Se sientan en la terraza de Don Miguel y hablan de sus vidas, de la siembra, y del clima. Disfrutan del cafĂ© y las galletas que Don Miguel ha preparado. Las risas llenan el aire.
Mientras charlan, Don Alberto ve cómo el sol comienza a bajar en el cielo. Los colores se transforman nuevamente. El cielo se pinta de púrpura y oro. "Es otro hermoso atardecer," dice Don Alberto. Don Miguel asiente, contento, y juntos disfrutan del espectáculo.
El dĂa finalmente llega a su fin. Don Alberto se despide de Don Miguel y regresa a su cabaña. En el camino, siente gratitud en su corazĂłn. Cada dĂa en el campo es diferente, pero siempre es especial. Mirar el amanecer y el atardecer es un regalo invaluable.
Ya en casa, Don Alberto mira por la ventana una vez más. El sol se oculta detrás de las montañas, y la noche comienza a caer. Se siente lleno de paz. Su corazón sabe que él es parte de algo más grande. La vida en el campo, con sus amaneceres y atardeceres, es una danza constante.
Antes de dormir, Don Alberto se sienta en su cama y reflexiona sobre el dĂa. Piensa en el amanecer, en las flores, en el huerto, y en sus amigos. Siente que cada momento es un capĂtulo de su vida. Y cada dĂa trae nuevas oportunidades para amar y para aprender. La naturaleza siempre está ahĂ, lista para abrazarlo.