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Beginner2024-11-24

Las palabras que vuelan

Un viaje mágico en el mundo de las palabras

Las palabras que vuelan

Había una vez un pequeño pueblo donde todos creían que las palabras no podían volar. La gente decía, "Las palabras están en la tierra. No pueden llevarnos al aire." Pero un día, una niña llamada Clara decidió que esto no era verdad. Ella amaba las palabras. Las coleccionaba en su cuaderno. Tenía palabras dulces como "globo" y palabras fuertes como "rey". Clara miraba al cielo y soñaba con palabras que podían volar. Desde su ventana, veía los pájaros volar alto y pensaba, "¿Por qué no pueden volar las palabras?"

Un día, Clara decidió salir de su casa. Quería descubrir la verdad sobre las palabras. Caminó hacia el bosque cerca del pueblo. Allí, había un árbol muy grande, con ramas largas y fuertes. Sus hojas susurraban en el viento, como si compartieran secretos. Clara se sentó bajo el árbol y comenzó a escribir. Escribió sobre su sueños y deseos. Escribió sobre el amor y la amistad. Mientras escribía, sintió algo mágico. Las palabras comenzaban a salir de su cuaderno. Como pájaros alegres, volaron hacia el cielo.

Clara estaba asombrada. Las palabras danzaban entre las nubes. Algunas palabras eran grandes y brillantes, mientras que otras eran pequeñas y suaves. Las palabras formaron un arcoíris en el aire. Ella podía ver palabras como "felicidad" y "esperanza" volar juntas. Las palabras parecían tener vida propia. Clara se levantó, y con una voz dulce, dijo: "¡Vengan aquí!". Las palabras escucharon y empezaron a bajar. Se posaron a su alrededor, llenando el bosque de color y melodía.

“¿Por qué vuelan?” preguntó Clara a las palabras. “Nosotros volamos porque tú nos das vida,” respondieron con melodías suaves. “Las palabras están hechas de sueños y emociones. Cuando sientes algo, nosotros volamos. Somos libres y ligeros.” Clara sonrió. Ahora creía que las palabras realmente podían volar. Ella era la dueña de un poder mágico.

Con cada palabra que Clara escribió, creaba una historia. Las historias eran sus alas, y sus sueños las llevaban al cielo. Clara se dio cuenta de que no solo ella podía ver volar a las palabras. Todas las personas en su pueblo podían hacer lo mismo. Decidió regresar al pueblo y contarle a todos sobre su descubrimiento.

Al llegar, Clara reunió a todos en la plaza. Tenía un brillo especial en sus ojos. “¡Las palabras vuelan!” exclamó. La gente la miró con sorpresa. Algunos se rieron y otros la miraron con curiosidad. “¿Cómo pueden volar?” preguntó un niño. Clara tomó su cuaderno y escribió en voz alta. “Las palabras son mágicas. Pueden llevarnos a lugares lejanos y hacernos sentir cosas hermosas.”

Comenzó a leer. Las palabras se alzaron en el aire. Todos vieron como flotaban, danzando con el viento. Las palabras formaron imágenes en el cielo: flores, estrellas y corazones. El pueblo se llenó de risas y asombro. Todos comenzaron a soñar y crear con palabras. Un viejo dijo, “Tienes razón, Clara. Nunca pensé que las palabras pudieran volar.”

La gente del pueblo empezó a contar sus propias historias. Cada uno compartió una palabra especial. Fueron palabras como "libertad", "familia" y "alegría". Las palabras volaron en el aire, creando un espectáculo de colores y sonidos. La plaza se sentía mágica, como un lugar donde la imaginación podía realizarse. Clara bailaba y reía con sus amigos, todos disfrutando de la alegría de las palabras.

En ese momento, la niña comprendió algo importante. Las palabras no solo vuelan en el aire, también vuelan en nuestros corazones. Cada uno de nosotros tiene el poder de hacer volar palabras. Las palabras son puentes entre las personas, son promesas, sueños y recuerdos que nunca se olvidan. Y así, en el pequeño pueblo, la verdad de las palabras que vuelan se convirtió en un hermoso lema.

Desde aquel día, en el pueblo, todos creyeron en el poder de las palabras. La gente escribía, contaba historias y hacía vuelos mágicos con sus palabras. Clara sonreía, feliz de haber descubierto la magia que todos llevaban dentro. Ahora, todos sabían que las palabras no estaban solo en la tierra. Las palabras podían volar, y en el cielo, eran libres e infinitas. Desde aquel día, el pequeño pueblo se transformó. Las palabras que volaban llenaron los corazones de todos. Los niños jugaban a crear historias, inventaban personajes y mundos. Cada día, el sol brillaba más, porque las palabras estaban en el aire, como pequeños destellos de luz. Las historias se contaban en cada rincón. La plaza se llenó de risas, poesía y música. Las palabras daban vida a los días grises, y la gente aprendió a ver el mundo a través de la magia de las palabras.

Por las tardes, Clara se sentaba bajo el gran árbol en el bosque, su lugar especial. Desde allí se escuchaba el canto de los pájaros que hacían eco con las palabras que volaban felices. Sus amigos a menudo la acompañaban. Juntos, daban vida a aventuras que nunca habían imaginado. Había historias de dragones, de mares profundos y de viajes al espacio.

Clara comprendía que cada palabra que escribían era un pequeño viaje. “Escribir es como volar,” pensaba. La imaginación no tenía límites. Un día, Clara decidió hacer un concurso de historias en la plaza. Todos podían participar. La emoción llenó el aire. Cada familia se preparó para contar su historia.

El día del concurso, el pueblo estaba lleno de alegría. Clara sonrió al ver a todos con sus cuadernos. Un abuelo decidió contar sobre su viaje en barco. Una madre habló sobre una estrella que protegía a su hijo. Un grupo de amigos narró aventuras en el espacio. Las palabras volaban alto, creando un arcoíris de sueños.

La mejor parte fue cuando un niño pequeño, con cara de seriedad, compartió su historia. Dijo que una palabra mágica lo visitaba cada noche. La palabra era "esperanza". Al pronunciarla, los ojos del niño brillaban. Todos escucharon con atención. Sus palabras nopuedes ser olvidadas, y todos se sintieron tocados por ese pequeño cuento.

Después de escuchar tantas historias, la plaza estalló en aplausos. Todos se dieron cuenta de que cada palabra, cada historia, era un hilo que unía sus vidas. Juntos, también decidieron escribir un libro de cuentos del pueblo. Ese libro tendría todas las historias, como un vuelo de palabras, que uniría a cada persona.

Esa noche, Clara miraba el cielo estrellado. Pensaba en cómo cada estrella también era una palabra que volaba. Ahora, el pueblo no solo creía en las palabras que volaban, sino que las vivían. Cada día era una nueva aventura llena de emoción y creatividad.

Y así, con el paso del tiempo, el pequeño pueblo se hizo conocido en toda la región. La gente llegaba de lugares lejanos para escuchar las historias. El pueblo se llenó de escritores, poetas y soñadores. Clara era ahora una joven que compartía su amor por las palabras. Las enseñaba a todos, grandes y pequeños.

Con cada palabra, el pueblo crecía. Y un día, tocó el corazón de alguien muy importante. Un viajero, que escuchó sobre la magia de las palabras, decidió visitar el pueblo. Era un escritor famoso, conocido en todo el mundo. Al llegar, sintió la energía mágica de los relatos. Se sintió como en casa.

El escritor decidió quedarse y ayudar a Clara y al pueblo. Juntos, organizaron un gran festival de palabras. Todos en el pueblo celebraron su amor por la escritura. Se pintaron murales, se leyeron cuentos y se cantaron canciones. Las palabras volaron libremente, llenando el cielo de color.

Quiz

¿Cuál era la creencia de la gente en el pequeño pueblo acerca de las palabras?

¿Qué decidió hacer Clara un día para descubrir la verdad sobre las palabras?

¿Cómo se sintió Clara cuando las palabras comenzaron a salir de su cuaderno?